El invierno se hace presente, con sus cortas horas de luz, su gélido aliento bailando entre las desnudas ramas de los árboles, y sus lluviosos días que acompasan el ruido del crujir de la leña con las gotas golpeando los cristales... El frío va lentamente haciéndose más fuerte a medida que pasan los días, congelando el ambiente, e incluso blanqueando el paisaje en una helada y extraña estampa. Lamentablemente, el frío llegó a mi hace mucho tiempo, cuando todavía el sol resplandecía y calentaba, mi corazón ya se encontraba helado, y ahora que ha llegado el invierno, tiene hasta varias capas de nieve sobre él, enterrándolo en una montaña de la que espero no salga jamás...
¿Será eso lo mejor? convertirme en la dama blanca, en la reina del hielo, deseando no volver a sentir, congelando todo a mi paso, e intentando congelar el pasado de tal manera, que de un simple golpe pueda romperlo y olvidarlo... ¡Ay, eso es lo malo! si congelo mis recuerdos se hacen más fuertes y dolorosos, pues el hielo también sabe cortar y hacer daño como los cuchillos. Pero de todas formas, ya no importa, pues yo misma estoy helada, da igual que me siente al lado de la chimenea liada en una manta, pues hasta mis lágrimas ya manan como pequeños diamantes incapaces de correr por mis mejillas.
¿Por qué ha querido el invierno venirse a vivir conmigo? Parece que le ha gustado mi cuerpo, puede que sea perfecta, tengo tantas grietas por dentro que seguramente se encuentre de maravilla campando a sus anchas por mi interior, incluso le sobrará sitio, y a veces se aburrirá tanto que le gusta jugar con mi cabeza, mi corazón y mi alma, torturándolos con sus afilados dedos y después huyendo y escondiéndose, dejando por todo el organismo su señal en mi sangre que corre congelada.
¿Será mi única salida? Tendré que aprender a ser así, la reina del hielo, la dama blanca, que vaga por el bosque sin rumbo ni destino, arrastrando su pasado, llorando su presente, y temiendo que su futuro sólo sea un camino de blanca nieve...
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