Si cuando una cosa sale mal, parece que todas las demás cosas que podrían estropearse se reúnen y deciden ponerse todas mal, explotando sobre mi espalda como una cruel bomba, apretando mi pecho contra el suelo como si tuviera encima la roca más pesada, que en estos momentos, soy incapaz de levantar...
Podría intentar ir picándola poco a poco, haber si se desmenuza y así consigo liberarme, pero no hay manera, es demasiado sólida, y los restos que ha dejado tras la explosión noto como, lentamente, se están incrustando en mí... A duras penas consigo quitármela, pero aún así, sigo notando su abrumador peso, y ya no hay manera de quitar los trozos de cada una de las esperanzas que tenía, se han enterrado bajo mi piel, avanzando con la sutileza de la mentira más dulce, rasgando mi interior, doliéndome la poca alma que todavía conservaba, y que ahora, definitivamente parece que quiere abandonarme y ser sólo mi sombra, mirarme desde el suelo, arrastrarse entre los cristales, y mientras sufre recordarme que ya sabía que todo esto iba a pasar...
Voy andando poco a poco, es mi castigo ver como me meto en una oscura gruta, alejada de todo, sin nada a cuestas salvo el peso de los problemas... a medida que avanzo, hay más cristales a mis pies, es una alfombra de afiladas puntas que parece no tener fin, haciendo que lo que antes era transparente, ahora se quede marcado un pequeño camino de sangre, que da igual lo minúsculas que sean las gotas, cada una es un reflejo de dolor, brillante a la luz, pero invisible a los ojos...
Cada cristal me recuerda que no debo cerrar los ojos, no debo soñar, o ellos estarán ahí para pincharme y devolverme a la realidad, pues son los añicos de lo ya soñado, de la ilusión perdida y rota, recordándome que no quieren volver a formarse, para que, otra vez, cuando se veían restaurados, volverse a romper.
No hay comentarios:
Publicar un comentario