lunes, 13 de diciembre de 2010

Piedras en el camino

Cuando somos pequeños y estamos aprendiendo a andar, aunque no lo recordemos, siempre hay algún obstáculo que hace que nos caigamos, y aunque estemos durante un rato sentados llorando y curando las magulladuras, el instinto hace que volvamos a ponernos en pie, hasta que finalmente un día no nos caemos y seguimos nuestro camino...

A lo largo de la vida, el camino se bifurca muchas veces, y en determinadas ocasiones, encontramos un sin fin de obstáculos que hacen que nos paremos, nos hieren profundamente y nos hacen llorar auténticas lágrimas de sangre, pues no podemos avanzar pero tampoco retroceder, y es en esos momentos cuando debemos dejar que el mismo instinto que de niños nos animó de manera inconsciente a caminar, sea ahora el que surja y nos permita caminar, y no dejarnos atrapar por la maraña de sentimientos que inundan nuestros ojos y atormenta el corazón en esos momentos, impidiendo el más mínimo paso físico o moral.

La barrera se produce cuando nos bloqueamos de tal manera, que en vez de intentar aprender de aquello que nos ciega, simplemente dejamos que nos impida ver como proseguir, desencadenando tal sentimiento de impotencia, que la poca moral activa que podría quedar se entierra bajo el pesimismo y la inferioridad, ocultando toda esperanza que se pueda tener, porque no es necesaria una luz que guíe el camino, si no fuerza para volver a levantarse y seguir caminando, aunque sea a oscuras, pues a veces, es más importante aprender a andar en las sombras para poder conocer de esa manera qué ha pasado, qué nos ha bloqueado, y así descubrir dónde está la verdadera luz que nos puede guiar.