sábado, 29 de octubre de 2011

Silencio...

La ausencia de ruido parece el vacío de toda esencia, como si en un segundo toda la vida se extinguiera y sólo quedara una ensordecedora na
da, y es que a veces, el se teme más al silencio que a las propias palabras, pues él por si solo es capaz de decir muchas veces aquello que los labios no quieren pronunciar, por sí mismo es demasiado sincero, y a la vez, demasiado mentiroso...
Dicen que el corazón a veces necesita estar en silencio para poder escucharse y saber por qué late, pero otras veces, desearía no tener que escuchar sus solitarios latidos haciendo eco en la soledad de la vida, sin tener otro latido que lo acompase y llene de música su aislada instancia.
Intentar decir que el silencio no es ruido no tiene sentido, pues es más molesto que todos los gritos del mundo juntos, más doloroso que miles de cuchillos, capaz de rasgar lentamente un alma, desmoronando el espíritu más poderoso hasta convertirlo en un simple suspiro que por más que grite en el silencio más absoluto nadie lo escuchará, es como si llorara en mitad de una tormenta ¿quién es capaz de distinguir las lágrimas de quien lo tiene todo perdido de unas simples gotas de agua?
Solemos pedir silencio para intentar escucharnos a nosotros mismos, pero si nuestra conciencia espera ese momento para empezar a gritar desesperada, todo se romperá en miles de cristales que nos harán entrar en un oscuro túnel del que pocos logran salir... Se debe dejar hablar, pero ante todo, debemos tranquilizarla, que aprenda que el silencio no es enemigo, si no como una tenue melodía que sólo acompasa a nuestra respiración para que cuerpo y mente se relajen y sigan viviendo.
El silencio duele, sobre todo cuando no queda nada por lo que luchar, por eso no es la ausencia de ruido, si no la manifestación del alma atormentada que sólo quiere que alguien, de verdad, la escuche en el silencio.


domingo, 7 de agosto de 2011

La balanza...

En todas las culturas se conoce la balanza entre el bien y el mal, la buena y mala suerte, el yin-yan, hasta en la naturaleza se hace eco de dicho equilibrio entre la noche y el día, el agua y la tierra, el fuego y el hielo...

Dicha dualidad es incluso aplicable en la vida real, siendo cada cual consciente de los hechos, de manera que tras algún suceso alegre, irremediablemente, vendrá otro triste, pues nunca podemos confiar en que la diosa de la justicia nos ofrezca siempre la mano de la buena suerte sin pagar un precio, que a veces, en sí, es más costoso que lo obtenido, brindándonos como sólo ella sabe hacerlo, que es con la mala suerte, manteniendo siembre esa balanza equilibrada.

Cuesta creer que sea así, pero la realidad nos brinda dichos hechos todos los días, escuchándose muchas veces en las conversaciones habituales frases como "ahora estoy en racha" o por todo lo contrario "mejor no me hubiera levantado hoy", y es que es así, cuando ocurre algo que merece celebración, indudablemente y de manera casi sobrenatural, se desencadena una serie de acontecimientos que terminan en un hecho que proclama llorar y no celebrar tanto...

Lamentablemente, así es la naturaleza en toda su amplitud de circunstancias, y el equilibrio, esa ley no escrita e invisible, se adueña de cada ocasión, de manera que nos enseña que el pago por lo bueno es restarnos unas lágrimas de dolor, pues la propia alma no podrá estar en paz si no acaricia la rosa que se le ofrece sin pincharse con alguna de sus espinas...



jueves, 7 de julio de 2011

La simpleza del ser

Durante siglos se han buscado tesoros para impresionar al hombre, se han librado batallas y realizado heroicidades con el fin de agradar a otro ser, en su afán por pretender ser el mejor, el ser humano ha sido capaz de realizar todo tipo de acciones, a veces, sin tener en cuenta las consecuencias. Orgullo, amor, nobleza... razones por las que se intenta superar el propio ego, recibiendo a veces la peor recompensa: La nada.

¿Pero qué es de verdad lo que impresiona al ser humano? se ha hablado de oro, joyas, tierras, castillos... pero hay quienes han perdido todo un imperio por algo más simple como un gesto, una caricia, un beso, o un abrazo, y es que en resumidas cuentas, hasta el caballero de armadura más reluciente e impenetrable con cualquier arma, alberga en su interior una pizca de alma, que hace que tenga sentimientos que piden ser alimentados con simples gestos de humanidad, puede ganar mil batallas, pero siempre agradecerá que alguien le espere impaciente llegar a casa sano y salvo.

Lo más valioso, de siempre se ha sabido, no ha relucido ni se ha medido, simplemente ha sido un pequeño gesto que ha despertado el mayor de los sentimientos, que ha podido animar al más deprimido, y arrancar una sonrisa al más serio, y es que da igual lo complejo que sea el ser humano, con sus prisas, su trabajo, esas miles de acciones y responsabilidades que tiene que llevar a cabo a lo largo del día, algunas de las cuales, le llevan a conseguir grandes logros que le llenan de orgullo, pues en el fondo, si no tiene con quien compartir esa alegría, decepciones, incertidumbres, es como si no tuviera nada, aunque lo posea todo...

Así de simple es el ser, tan diminuto e indefenso, sin importar nada más, sin pedir nada más, ni promesas ni dinero, ni el cielo ni la tierra, ni que el sol y la luna puedan estar juntos en el mismo momento, sólo desea un gesto para sentirse amado, y sentir que puede amar...


domingo, 19 de junio de 2011

Mensaje en una botella

No sé con quién hablar en una tarde cualquiera, paseando por la playa en un atardecer, veo una botella vacía anclada en la arena, esperando volver al mar con algún mensaje que llevar, reflejando su triste pasado y su incierto futuro... la cojo y jugueteo con ella entre mis dedos, mirándolo todo a su través, pensando que quizás podría hablar con alguien a través de ella, podría expresar lo que el silencio habla, lo que duelen las promesas sin cumplir sin motivo, las palabras vacías que parecían tener sentido y eran simplemente letras unidas que parecían decir algo sin hacer nada... la sensación nostálgica de la espera eterna en la última estación de tren, sin nadie que salude en el andem, y sólo veas sombras alejarse y volviéndose grisáceas...

Podría escribir con suspiros lo extraño que es mirar fijamente un camino por el que se sabe que nadie va a pasar, pero una leve esperanza hace no cerrar los ojos esperando que una silueta pase por allí, el escalofrío al escuchar mi nombre en otros labios...

Podría escribir con lágrimas de sangre lo que queda en el alma cuando el corazón se rompe lentamente con cada noche solitaria que ha pasado mirando las estrellas, esos pequeños hermosos cristales que han ido desgarrando mi interior poco a poco, quedando sólo un suspiro que se pierde en la brisa...

Podría contar tantas cosas, todo aquello que no me atrevo, y dejarlo en esa botella que llevará mi historia muy lejos de allí, en un papel que nadie verá y con una tinta que nadie leerá, quedando de nuevo olvidada en una orilla en la mar... sería tan sencillo como ponerme a escribir, pero una lágrima me devuelve a la realidad, donde debo hablar con el silencio y dejar que la playa guarde mis secretos, llevándome la botella conmigo, para que al menos nadie la vuelva a abandonar.