jueves, 7 de julio de 2011

La simpleza del ser

Durante siglos se han buscado tesoros para impresionar al hombre, se han librado batallas y realizado heroicidades con el fin de agradar a otro ser, en su afán por pretender ser el mejor, el ser humano ha sido capaz de realizar todo tipo de acciones, a veces, sin tener en cuenta las consecuencias. Orgullo, amor, nobleza... razones por las que se intenta superar el propio ego, recibiendo a veces la peor recompensa: La nada.

¿Pero qué es de verdad lo que impresiona al ser humano? se ha hablado de oro, joyas, tierras, castillos... pero hay quienes han perdido todo un imperio por algo más simple como un gesto, una caricia, un beso, o un abrazo, y es que en resumidas cuentas, hasta el caballero de armadura más reluciente e impenetrable con cualquier arma, alberga en su interior una pizca de alma, que hace que tenga sentimientos que piden ser alimentados con simples gestos de humanidad, puede ganar mil batallas, pero siempre agradecerá que alguien le espere impaciente llegar a casa sano y salvo.

Lo más valioso, de siempre se ha sabido, no ha relucido ni se ha medido, simplemente ha sido un pequeño gesto que ha despertado el mayor de los sentimientos, que ha podido animar al más deprimido, y arrancar una sonrisa al más serio, y es que da igual lo complejo que sea el ser humano, con sus prisas, su trabajo, esas miles de acciones y responsabilidades que tiene que llevar a cabo a lo largo del día, algunas de las cuales, le llevan a conseguir grandes logros que le llenan de orgullo, pues en el fondo, si no tiene con quien compartir esa alegría, decepciones, incertidumbres, es como si no tuviera nada, aunque lo posea todo...

Así de simple es el ser, tan diminuto e indefenso, sin importar nada más, sin pedir nada más, ni promesas ni dinero, ni el cielo ni la tierra, ni que el sol y la luna puedan estar juntos en el mismo momento, sólo desea un gesto para sentirse amado, y sentir que puede amar...