jueves, 20 de febrero de 2014

Días lluviosos

Van pasando los días , y lo que antes eran pequeñas gotas, ahora se han convertido en grandes charcos que lo inundan todo: Las calles, la arena, mi corazón… las nubes se agrupan estruendosas en el cielo, oscuras y preparadas para descargar sus lágrimas sobre la tierra, desean llorar, como yo, y quedarse sin nada en su interior; no les importa nada, sólo desean llorar y llorar, se sienten tristes, y el viento, celoso, también se impone, pues desea silbar su canción de despedida.

Sigue lloviendo, sobre mi cabeza sólo veo borrosamente un cielo gris a través de un paraguas transparente, lleno de gotas, no sé ni siquiera por qué miro al cielo, si allí no te voy a encontrar, pues en mitad de este mal tiempo, te has ido con tu compañera, espero que estéis las dos felices, saltando y ladrando, aunque tu despedida sólo ha servido para darme cuenta que, a igual que tú me importabas, yo no le importo a nadie.

Los charcos cada vez son más grandes, ya necesito botas de agua si no quiero mojarme, aunque da igual, un día de estos tiraré el paraguas y correré bajo la lluvia, lloraré con ella gritaré con sus truenos, y desde algún acantilado veré como cae incesante sobre el mar y la tierra, para después, de nuevo, acurrucarme en un rincón con una manta frente a algún fuego e intentar calentar un corazón helado, que se secará pero no volverá a latir ni a tener calor.