Al fin el mar de lágrimas consigue ahogar mi alma, dejándola agotada y vagando sin sentido, sabiendo que su lugar es ser como una estrella errante y solitaria, sin principio, sin fin, simplemente intentando sobrevivir en un agitado mundo que nunca conseguirá entender...
Todas sus fuerzas se han apagado, ya no quedan ni las ascuas del antiguo fuego que impulsaba sus decisiones, ya no tiene nada por qué luchar, pues nadie le ha dado motivos para seguir luchando por algo que ni siquiera ha existido nunca; el intento por tener esperanzas ha convertido a mi alma en un ente frío y muerto, me ha convertido en un fantasma en vida, invisible al mundo, roto de sentimientos, vendiendo sus restos al mejor postor para crear la armadura más dura jamás conocida, y así, poder al menos seguir viendo desde la oscuridad lo extraño de un mundo al que raramente perteneceré.
Sombras, dolor, llanto... son los huéspedes de mi alma, han creado una fortaleza oscura que no permite la entrada de luz, ¿para que ver cuando no te van a ver? ¿para que escuchar cuando no te van a oír? ¿para que sentir, cuando nadie te va a sentir?
Dejo huellas en la arena, pero no dejaré camino, pues el mar borra mi destino y oculta mis lágrimas, saladas y frías, que bajo la luz de la luna, ya ni brillan ni purifican, sólo ahogan gritos y refuerzan el futuro errante.
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