Como su propio nombre indica, los callejones sin salida, son, efectivamente, calles que no dan a ninguna parte, sólo a un duro muro contra el que te puedes estar dando una y otra vez, que no se romperá, ni siquiera conseguirás hacerle el más mínimo daño... Triste es ver la realidad, mirar al pasado y ver lo que ha sido y lo que se es ahora en el presente, cómo otros han vivido y yo sólo he visto como vivían, y ahora, sólo soy parte de la nada abrumadora.
Llegado al punto donde la esperanza de cambiar parecía algo lejano, ya todo se desvaneció, y esa esperanza, aquella que dicen que es lo último que se pierde, ya no está, con lo cuál ¿alguien sabe qué queda ahora? Ya no hay nada en lo que creer, nadie en quien confiar, y en ese oscuro callejón lentamente me ahogo entre lágrimas y gritos; Podría, en un amago de reunir las pocas fuerzas que me quedan, intentar salir fuera, pero ya lo he hecho varias veces, y sólo me ha servido para meterme en otro callejón más estrecho y oscuro...
Ya no existe la esperanza para un alma perdida, aquellos que condenados en vida sólo nos queda ver a la gente pasar a nuestro lado, sabiendo que nunca seremos parte de alguien, que el leve recuerdo de aquellos que nos hayan conocido nos irán poco a poco olvidando, seremos el susurro a extinguir, la brisa que sólo pasa una vez, y el invierno será eterno en nuestros corazones sin alma.
En un rincón me quedaré esperando a que las sombras se lleven lo poco que quede de humanidad en mi, y me conviertan en el espectro que ya prácticamente soy, para seguir vagando entre las calles invisible, sin derecho a sentir felicidad, alegría o amor, sólo sufrimiento, llanto y desesperación.
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