Las despedidas, como todo en esta vida, pueden ser dulces o amargas, o en algunos casos, agridulces, porque existen palabras difíciles de decir en determinadas circunstancias, y una de ellas, es decir adiós sin saber cuándo volverás a ver a esa persona o a ese grupo, sin una fecha que indique un próximo encuentro, aunque sea fugaz, sin un lugar concreto que diga "aquí te espero"...
Es una palabra que dice mucho, y a la vez, tan poco... En un segundo hace recordar la hora concreta en la que alguna vez se quedó, el sitio que siempre se recordará por ser donde se esperó, una risa, un abrazo, o incluso lágrimas, que eran tan amargas en aquella ocasión, y ahora parecen tiernas en comparación con las que guardas con todas tus fuerzas para evitar que salgan...
Quizás el miedo a decir adiós es no saber qué pasará después, aunque todo siga, siempre se añorará algo, pero el temor al no haber un mañana parecido al día de hoy puede notarse en lo largas que se hacen algunas despedidas...
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