Todos hemos oído o leído, alguna vez en nuestra vida, el cuento del patito feo; versiones más cortas o versiones más largas, pero con el mismo mensaje, el de un patito gris y feo que era despreciado por los demás patitos, que eran amarillos y bonitos. El patito lo pasó muy mal, hasta que poco a poco, fue cambiando sus plumitas grises por grandes y hermosas plumas blancas, y su cuello se alargó elegante y fino; finalmente, el patito se convirtió en un hermoso cisne blanco, cuya belleza era superior a la del resto de los patos.Quizás esta historia siempre ha surgido cuando de pequeños hemos tenido algún problema, haciéndonos esperar a que de mayores se producirá un cambio tan radical, que todo cambiará para mejor. Pero... ¿Qué pasa si nunca llegas a ser cisne?
Muchas veces soy ese patito gris que nunca llegará a tener sus plumas blancas, mirando en el espejo un reflejo, que por más que intento cambiar, se niega a ser un cisne... pero no sólo por fuera, por dentro sigo siendo ese patito, no puedo ofrecer tanto cariño como otros, no soy tan buena como los demás, soy aburrida y gris, sin gran cosa que ofrecer, ando por el bosque dejando una hilera de huellas, que al no tener quien las siga, el tiempo poco a poco borrará, y lo que antes fue un recuerdo, lentamente se olvidará...
Muchos patitos crecen y consiguen sus alas, otros siguen siendo grises, y hagan lo que hagan, nada los cambiará...
